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VENEZUELA EL IMPERIO ATACA



PARA ALGUNOS COMUNISTAS TRASNOCHADO, CONSIDERAN EL DERROCAMIENTO DEL GOBIERNO CONSTITUCIONAL DE NICOLAS MADURO. COINCIDEN CON LA ULTRA DERECHA RECALCITRANTE Y EL IMPERIALISMO.

DEMUESTRAN QUE NUNCA COMPRENDIERON E INTERPRETARON ESTE FENÓMENO POLÍTICO SOCIAL. IDEUCHOS AL MEJOR POSTOR.Veamos.

Hugo Chávez tras una victoria electoral.Clase dirigente o clase dominante es la clase social que decide la política de una sociedad determinada. ... Esta última simplemente se refiere al pequeño grupo de personas que tiene el mayor poder político. Y se cobijan según sus interés ese  burgueses y oportunistas-

   Este concepto fue desarrollado especialmente por la sociología marxista como parte de su concepción dialéctica de que en las sociedades capitalistas existe una inevitable tensión entre la burguesía, dueña de los instrumentos de producción, y el proletariado, desposeído de toda clase de bienes, que se ve obligado a vender su fuerza de trabajo.
cultura.jpg          El marxismo dio el nombre de clase dominante a la burguesía en contraposición a la clase trabajadora o proletaria. La burguesía es la clase privilegiada que acumula todo tipo de prerrogativas, derechos y canonjías, mientras que el proletariado es la clase sometida y expoliada política y económicamente.
          En la nomenclatura marxista la clase dominante es el grupo social hegemónico que maneja no sólo el gobierno del Estado y las relaciones de la producción sino que también impone al conjunto de la sociedad sus propias convicciones jurídicas, éticas, estéticas y religiosas, es decir, su propia manera de ver el mundo y la vida.
          Dentro de las relaciones de producción que se establecen en la economía capitalista, la clase trabajadora se ve obligada a vender su fuerza de trabajo a la clase dominante a cambio de un salario insuficiente. La venta de la fuerza de trabajo  —que, para este efecto, es lo mismo que cualquier mercancía—  resulta inevitable para el trabajador puesto que de ella depende su propia subsistencia y la de su familia. El trabajador no tiene otra forma de procurarse el sustento diario ni puede prescindir de la clase burguesa, que es la propietaria de los medios de producción. Como contraprestación por sus servicios, el capitalista paga al trabajador una remuneración que siempre es menor que el cúmulo de riqueza que éste crea con su esfuerzo físico y mental. Esa diferencia  —el trabajo no pagado—  constituye la >plusvalía, que es la fuente del enriquecimiento del empresario y el elemento de sustentación de la propia clase dominante a través del proceso de acumulación capitalista.
          Marx sostenía que, en esas condiciones, el salario de los trabajadores y el lucro de los empresarios resultan inversamente proporcionales: en la medida en que el uno baja, sube el otro. Consecuentemente, el interés de los aslariados y el de los capitalistas son diametralmente opuestos, lo cual origina la >lucha de clases, cuya teoría ha sido desarrollada ampliamente por los teóricos marxistas.

-Entre la falsa conciencia y la conciencia de lo falso
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-Cómo se las ingenia el capital para convencernos de que el capital por encima de lo humano es lindo.

Tan amplio es, y tan concreto, el repertorio ideológico desarrollado por la “clase dominante” que las mejores definiciones han requerido métodos, dinámicos e instrumentales, muy precisos para caracterizar sus raíces, efectos y perspectivas. En lo objetivo y en lo subjetivo. Decía Marx: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”. Feuerbach, Oposición entre las concepciones materialista e idealista (Primer Capítulo de La Ideología Alemana)

Con el capitalismo la “dominación” desarrolló novedades que no se limitaron al campo de lo instrumental tecnológico sino que avanzaron en los territorios del control de conductas, grupales e individuales, más allá del poder del “opio del pueblo”. La doble moral refrescada. A la clase dominante le hacía falta un ser humano dominado, vaciado de fuerzas (políticas y físicas) pero también agradecido. Un ser humano dominado que reconociera (de pensamiento, palabra y obra) la superioridad de su dominador y le confiriera toda la razón por su ser y modo de ser. Hacía falta una dominado, además, que considerase su condición como un tesoro y lo cuidara con esmero para heredárselo a su prole como valor moral conquistado durante generaciones. Todo eso celebrándolo entre aplausos y festividades mercantiles y ritos consumistas. La ideología de la clase dominante deja tatuados en el cerebro todos sus anti valores individualistas. « ¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.» Albert Einstein (1879-1955) El paraíso de la alienación.

Resultado de imagen para fotos nicolás maduroLa clase dominante, adoradora del capital, enseñó a sus subordinados la misma adoración pero vaciada de posesión. Hizo invisibles todas las triquiñuelas ideadas para robar al trabajador el producto de su trabajo, mientras lo convencía de que los recursos naturales deberían estar en manos privadas; que el Gobierno es cosa corrupta que deben manejar los técnicos y que se debe respetar un orden porque los pueblos, maleducados, son un peligro para ellos mismos. Y los pueblos pagan (algunos hasta con orgullo) policías y ejércitos para que los repriman; bancos y financistas para que se lleven las ganancias disfrazadas de “créditos”; empresarios y mercados para que secuestren sus salarios; universidades y academias para que secuestren los saberes; industrias “mass media” para que anestesien la conciencia del saqueo; iglesias y cultos para que sublimen la mansedumbre; leyes y leguleyos para legalizar el hurto… un aparato enorme de instituciones y valores fabricados para mantener a raya todo intento de sentirse con derechos o propietario del trabajo y de las materias primas. La alienación y la enajenación como protagonistas estelares en el drama del despojo.

En su conjunto, las ideas dominantes (con su doble moral) son expresión de las relaciones materiales dominantes. Lo que vale para los sometidos no vale para los sometedores. La ideología del que domina es un repertorio amplísimo de “falsa conciencia”, de chatarra intelectual para esconder, bajo la alfombra, los muertos de fábrica y las miserias que genera. Doble moral en la que todo lo que se prohíbe para el sometido se permite para el que somete. Quienes forman la clase dominante saben bien qué, cómo y cuánto dominan en una época histórica específica y cómo deben actualizar sus “mecanismos” materiales y simbólicos para perpetuar esa dominación. Esa clase dominante actúa como productora de ideas permanentemente, aunque sean ideas repetitivas e irracionales, porque las necesitan para regular la producción y la distribución de las ideas dominantes de la época. Y desde luego, que en el repertorio de las luchas inter-burguesas cada facción organiza sus cadenas de producción de ideas para competir en el mercado de los pensamientos subordinados.

Hay “grandes maestros” en el arte del engaño, capaces de garantiza la invisibilidad de la explotación del trabajo, división del trabajo espiritual y material, para crear la ilusión de que se es muy activo en el desarrollo de la fuerza productiva mientras en realidad se es un subordinado con poco tiempo para educarse y percatarse de los engaños y amasar ideas acerca de sí mismos, para cambiar una situación de la cual se conoce poco y nada. El colmo es cuando los dominados creen que las ideas dominantes le pertenecen y que debe defenderlas con su vida.
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Mentiras, miedo y consumismo, con todos sus derivados y concomitantes, son los nodos neurálgicos en las ideas y la práctica de la clase dominante sobre las condiciones de producción impuestas como verdades universales. El sometimiento como la forma de lo general. La clase dominante impone sus gustos y sus gestos, sus filias y sus fobias, para sacar adelante los fines que persigue, para representar como colectivo su propio interés e imprimir a sus ideas a todo. Cómo alimentar, vestir, entretener y educar a los niños desde la cuna; cómo besarse, amarse y reproducirse… desde la cama; cómo caminar, saludar, sonreír, abrazar e incluso insultar; cómo soñar, cómo entender, cómo disfrutar… cómo creer y confiar. Minuto a minuto, bajo una andanada permanente de estereotipos exhibidos por la dictadura cultural y comunicacional dominantes, a título de modelos exitosos que, de no seguirlos, vendrá la maldición de ser inadaptado, vulgar… pobre.

Resultado de imagen para imagen revolucion de abril 1965Dilucidar, desmontar, desactivar y superar el frado descomunal de la “ideología de la clase dominante”, (es decir que el capital no predomine sobre los seres humanos) es un trabajo que debe asumirse de manera científica y, por ello, sistemática. El debate contra la ideología de la clase dominante no es un “deporte” escolástico ni un desplante rebelde sólo para contraponerse, por la contraposición misma, a una clase que representa a la parte más odiosa de la sociedad: su miseria. Y hay que refutarla desde el corazón de sus contradicciones realmente existentes, para que los pueblos propicien condiciones para elevarse hasta liberarse de la clase dominante. Y no derrotarla para imitarla. La dominación de la clase no es sólo la dominación con las (sus) ideas, hay que derrotar sus métodos de explotación del trabajo y el saqueo de los recursos naturales. Una lucha sin la otra (económica e ideológica) es una historia renga que conduce a frustraciones y retrocesos enormes Ya hemos visto es muchas veces.Resultado de imagen para imagen revolucion de abril 1965

Una vez que las ideas dominantes se combaten junto con las relaciones de producción, lo que emerge de manera perfectamente natural son las ideas para cambiar las relaciones existentes, proliferan en la reflexión sobre los seres humanos, la esencia de la humanidad, su filosofía, su desarrollo en la historia la verdadera que llegará a la conclusión de que no debemos contentarnos sólo con el análisis de las ideas dominantes o las ilusiones inducidas por la clase dominante. Que no debemos contentarnos con reducir el imperio de las ideas hegemónicas a su sustancia mística o a caprichos del propio pensamiento. No contentarnos con explicaciones mecanicistas ni lineales, puramente economicistas ni puramente religiosas, que nos llevaría el error de eliminar de la historia las condiciones materiales y repetir el modelo escapista especulativo. Ilusiones, ensueños e ideas retorcidas para mentir, asustar y vender mientras se esconde el andamiaje de los negocios y la explotación del trabajo existente.

Nuestra batalla por la supremacía de los seres humanos por sobre el capital, contra la ideología de la clase dominante, debe servir para aprender a distinguir y actuar, con toda claridad, a la hora de explicar y derrotar las trampas entre lo que perece ser y lo que realmente es. Es urgente contar con un instrumental de lucha que logre penetrar en todo plano de la inteligencia humana que hasta hoy se ha camuflado como problema intrascendente o inexistente..
Aspecto importante a resaltar están plasmado  en las grandes ideas de Carlos Marx  y Federico Enger. En el manifiesto Comunista, La lucha de Clase en Francia y el  Dieciocho Brumario de Luis  Bonaparte, del cual extraemos varios capítulos para una  reflexión histórica. Y esos descerebrados no sigan confundiendo a la opinión y al pueblo. MEMORIA CONTRA OLVIDO.
Resultado de imagen para imagen revolucion de abril 1965 La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .Ante todo, el Manifiesto ha resultado ser, como se proponía, un medio para poner de relieve el desarrollo de la gran industria en Europa. Cuando en un país, cualquiera que él sea, se desarrolla la gran industria brota al mismo tiempo entre los obreros industriales el deseo de explicarse sus relaciones como clase, como la clase de los que viven del trabajo, con la clase de los que viven de la propiedad.  En estas circunstancias, las ideas socialistas se extienden entre los trabajadores y crece la demanda del Manifiesto Comunista.  En este sentido, el número de ejemplares del Manifiesto que circulan en un idioma dado nos permite apreciar bastante aproximadamente no sólo las condiciones del movimiento obrero de clase en ese país, sino también el grado de desarrollo alcanzado en él por la gran industria.La necesidad de hacer una nueva edición en lengua polaca acusa, por tanto, el continuo proceso de expansión de la industria en Polonia.  No puede caber duda acerca de la importancia de este proceso en el transcurso de los diez años que han mediado desde la aparición de la edición anterior.  Polonia se ha convertido en una región industrial en gran escala bajo la égida del Estado ruso.Mientras que en la Rusia propiamente dicha la gran industria sólo se ha ido manifestando esporádicamente (en las costas del golfo de Finlandia, en las provincias centrales de Moscú y Vladimiro, a lo largo de las costas del mar Negro y del mar de Azov), la industria polaca se ha concentrado dentro de los confines de un área limitada, experimentando a la par las ventajas y los inconvenientes de su situación.  Estas ventajas no pasan inadvertidas para los fabricantes rusos; por eso alzan el grito pidiendo aranceles protectores contra las mercancías polacas, a despecho de su ardiente anhelo de rusificación de Polonia.  Los inconvenientes (que tocan por igual los industriales polacos y el Gobierno ruso) consisten en la rápida difusión de las ideas socialistas entre los obreros polacos y en una demanda sin precedente del Manifiesto Comunista

  Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.De este hecho se desprenden dos consecuencias:La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.Con este fin se han congregado en Londres  los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.BURGUESES Y PROLETARIOSToda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases.Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones.  En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones.La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase.  Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas.Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase.  Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado.De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía.El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía.  El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados.  Vino a ocupar su puesto la manufactura.  Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo.  Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción.  La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América.  El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra.  A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político.  Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna”  una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo.  Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo.  Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción.  La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América.  El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra.  A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción.A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político.  Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna”  una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el moderno Estado representativo.  Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa.La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario.Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas.  Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas.  Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar.  Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación.La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia.La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares .La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente.  Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre.  La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas.La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social.  Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente.  La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes.  Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces.  Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás.La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones.En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa.Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece también la conciencia de ellas.  Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado.  La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases.  Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones.En el dieciocho Bruma ario. se explica que.Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío. ¡Y a la misma caricatura en las circunstancias que acompañan a la segunda edición del Dieciocho Brumario!Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. Así, Lutero se disfrazó de apóstol Pablo, la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República romana y del Imperio romano, y la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor que parodiar aquí al 1789 y allá la tradición revolucionaria de 1793 a 1795. Es como el principiante que ha aprendido un idioma nuevo: lo traduce siempre a su idioma nativo, pero sólo se asimila el espíritu del nuevo idioma y sólo es capaz de expresarse libremente en él cuando se mueve dentro de él sin reminiscencias y olvida en él su lenguaje natal.Si examinamos esas conjuraciones de los muertos en la historia universal, observaremos en seguida una diferencia que salta a la vista. Camilo Desmoulins, Dantón, Robespierre, Saint-Just, Napoleón, los héroes, lo mismo que los partidos y la masa de la antigua revolución francesa, cumplieron, bajo el ropaje romano y con frases romanas, la misión de su tiempo: librar de las cadenas e instaurar la sociedad burguesa moderna. Los unos hicieron añicos las instituciones feudales y segaron las cabezas feudales que habían brotado en él. El otro creó en el interior de Francia las condiciones bajo las cuales ya podía desarrollarse la libre concurrencia, explotarse la propiedad territorial parcelada, aplicarse las fuerzas productivas industriales de la nación, que habían sido liberadas; y del otro lado de las fronteras francesas barrió por todas partes las formaciones feudales, en el grado en que esto era necesario para rodear a la sociedad burguesa de Francia en el continente europeo de un ambiente adecuado, acomodado a los tiempos. Una vez instaurada la nueva formación social, desaparecieron los colosos antediluvianos, y con ellos el romanismo resucitado: los Brutos, los Gracos, los Publícolas, los tribunos, los senadores y hasta el mismo Cesar. Con su sobrio practicismo, la sociedad burguesa se había creado sus verdaderos intérpretes y portavoces en los Say, los Cousin, los Royer-Collard, los Benjamín Constant y los Guizot; sus verdaderos caudillos estaban en las oficinas comerciales, y la cabeza atocinada de Luis XVIII era su cabeza política. Completamente absorbida pro la producción de la riqueza y por la lucha pacífica de la concurrencia, ya no se daba cuenta de que los espectros del tiempo de los romanos habían velado su cuna. Pero, por muy poco heroica que la sociedad burguesa sea, para traerla al mundo habían sido necesarios, sin embargo, el heroísmo, la abnegación, el terror, la guerra civil y las batallas de los pueblos. Y sus gladiadores encontraron en las tradiciones clásicamente severas de la República romana los ideales y las formas artísticas, las ilusiones que necesitaban para ocultarse a sí mismos el contenido burguesamente limitado de sus luchas y mantener su pasión a la altura de la gran tragedia histórica. Así, en otra fase de desarrollo, un siglo antes, Cromwell y el pueblo inglés habían ido a buscar en el Antiguo Testamento el lenguaje, las pasiones y las ilusiones para su revolución burguesa. Alcanzada la verdadera meta, realizada la transformación burguesa de la sociedad inglesa, Locke desplazó a Habacuc.La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido. Allí, la frase desbordaba el contenido; aquí, el contenido desborda la frase.La revolución de febrero cogió desprevenida, sorprendió a la vieja sociedad, y el pueblo proclamó este golpe de mano inesperado como una hazaña de la historia universal con la que se abría la nueva época. El 2 de diciembre, la revolución de febrero es escamoteada por la voltereta de un jugador tramposo, y lo que parece derribado no es ya la monarquía, sino las concesiones liberales que le habían sido arrancadas por seculares luchas. Lejos de ser la sociedad misma la que se conquista un nuevo contenido, parece como si simplemente el Estado volviese a su forma más antigua, a la dominación desvergonzadamente simple del sable y la sotana. Así contesta al coup de main de febrero de 1848 el coup de tête de diciembre de 1851. Por donde se vino, se fue. Sin embargo, el intervalo no ha pasado en vano. Durante los años de 1848 a 1851, la sociedad francesa asimiló, y lo hizo mediante un método abreviado, por ser revolucionario, las enseñanzas y las experiencias que en un desarrollo normal, lección tras lección, por decirlo así, habrían debido preceder a la revolución de febrero, para que ésta hubiese sido algo más que un estremecimiento en la superficie. Hoy, la sociedad parece haber retrocedido más allá de su punto de partida; en realidad, lo que ocurre es que tiene que empezar por crearse el punto de partida revolucionario, la situación, las relaciones, las condiciones, sin las cuales no adquiere un carácter serio la revolución moderna.Las revoluciones burguesas, como la del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período impetuoso y agresivo. En cambio, las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan:A la monarquía burguesa de Luis Felipe sólo puede suceder la república burguesa; es decir que si en nombre del rey, había dominado una parte reducida de la burguesía, ahora dominará la totalidad de la burguesía en nombre del pueblo. Las reivindicaciones del proletariado de París son paparruchas utópicas, con las que hay que acabar. El proletariado de París contestó a esta declaración de la Asamblea Nacional Constituyente con la insurrección de junio, el acontecimiento más gigantesco en la historia de las guerras civiles europeas. Venció la república burguesa. A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeños burgueses, el ejército, el lumpemproletariado organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población del campo. Al lado del proletariado de París no estaba más que él solo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportados sin juicio. Con esta derrota, el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria. Tan pronto como el movimiento parece adquirir nuevos bríos, intenta una vez y otra pasar nuevamente a primer plano, pero con un gasto cada vez más débil de fuerzas y con resultados cada vez más insignificantes. Tan pronto como una de las capas sociales superiores a él experimenta cierta efervescencia revolucionaria, el proletariado se enlaza a ella y así va compartiendo todas las derrotas que sufren unos tras otros los diversos partidos. pero estos golpes sucesivos se atenúan cada vez más cuanto más se reparten por toda la superficie de la sociedad. Sus jefes más importantes en la Asamblea Nacional y en la prensa van cayendo unos tras otros, víctimas de los tribunales, y se ponen al frente de él figuras cada vez más equívocas. En parte, se entrega a experimentos doctrinarios, Bancos de cambio y asociaciones obreras, es decir, a un movimiento en el que renuncia a transformar el viejo mundo, con ayuda de todos los grandes recursos propios de este mundo, e intenta, por el contrario, conseguir su redención a espaldas de la sociedad, por la vía privada, dentro de sus limitadas condiciones de existencia, y por tanto, forzosamente fracasa. Parece que no puede descubrir nuevamente en sí mismo la grandeza revolucionaria, ni sacar nuevas energías de los nuevos vínculos que se han creado, mientras todas las clases con las que ha luchado en junio, no estén tendidas, a todos lo largo a su lado mismo. Pero, por lo menos, sucumbe con los honores de una gran lucha de alcance histórico-universal; no sólo Francia, sino toda Europa tiembla ante el terremoto de junio, mientras que las sucesivas derrotas de las clases más altas se consiguen a tan poca costa, que sólo la insolente exageración del partido vencedor puede hacerlas pasar por acontecimientos, y son tanto más ignominiosas cuanto más lejos queda del proletariado el partido que sucumbe.

 LUCHA DE CLASWWW.

Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850 de Carlos Marx

La intensa y rica experiencia de aquellos años fue una escuela de la que ambos sacarán lecciones teóricas, políticas y prácticas fundamentales para asentar y desarrollar el socialismo científico.
Una de las ideas centrales que recorre el libro es la de que la burguesía europea, que en la época de lucha contra el régimen feudal desempeñó un papel fundamentalmente progresista, en la medida que afianzaba su dominio económico y político iba perdiendo su faceta revolucionaria, convirtiéndose en la nueva clase opresora y adoptando posiciones abiertamente contrarrevolucionarias. Su naturaleza reaccionaria la señaló Marx tan temprano como en 1848. En la Nueva Gaceta Renana incidía, precisamente, en no idealizar a los republicanos burgueses, sino en entender que una vez instaurada la república burguesa, rápidamente estos se pondrían enfrente de la revolución.

República burguesa versus república socialista

Y así ocurrió. La monarquía de Luis Felipe, que de 1830 a 1848 representó los intereses de un sector de la burguesía francesa, la aristocracia financiera (la gran banca y los grandes terratenientes vinculados a ella), se encontraba cada vez más cuestionada. Los sectores de la burguesía despojados de poder político, la burguesía industrial, no pretendían más que una reforma electoral que ampliara el censo y les permitiera obtener su cuota de poder. Sin embargo, el malestar social imperante, el empobrecimiento masivo, azuzado por varios años de malas cosechas y muy especialmente por la crisis general del comercio y de la industria que se manifestó a partir de 1847, aceleró los acontecimientos, sacudiendo a todas las clases sociales. El proletariado, armado y levantando barricadas en las calles de París en febrero de 1848, fue determinante para acabar con la monarquía, imponer el sufragio universal y para la formación del gobierno provisional que proclamó la república. Como apunta Marx, el apoyo de la burguesía a la revolución fue “pasivo”. Enseguida el choque de intereses se hizo patente.
“La república de Febrero, antes que nada, tenía que completar la dominación de la burguesía, incorporando a la esfera del poder político, junto a la aristocracia financiera, a todas las clases poseedoras”. En esa medida, la aspiración de emancipación de la clase obrera, su reivindicación de una república social, entró en abierta confrontación con los límites que la burguesía quería poner a la revolución.
Desde el minuto uno de la revolución la burguesía se convirtió en enemiga acérrima del proletariado revolucionario, al que masacró sin piedad en las calles de París durante la insurrección de Junio del 48, dejando un sangriento legado de más de 3.000 asesinados y más de 15.000 deportados sin juicio. Marx enfatiza en que se había producido “la primera gran batalla entre las dos clases de la sociedad moderna”, la primera guerra civil entre el proletariado y la burguesía.
Comparando el papel de la burguesía en la revolución francesa de 1789 y en la de mediados del siglo XIX, Marx concluye en El 18 Brumario de Luis Bonaparte:
“En la primera revolución francesa, a la dominación de los constitucionales le sigue la de los girondinos, y a esta la de los jacobinos. Cada uno de estos partidos se apoya en el que se halla delante. Tan pronto como ha impulsado la revolución lo suficiente para no poder seguirla, y mucho menos para poder encabezarla, es desplazado y enviado a la guillotina por el aliado que está detrás de él. La revolución se mueve en sentido ascendente.
“En la revolución de 1848 es al revés. (…) la revolución se mueve en sentido descendente. (…) Cada partido da coces al que empuja hacia adelante y se apoya en el que impulsa hacia detrás”*.

Dictadura del proletariado y revolución permanente

La derrota de junio eliminó de un plumazo las ilusiones de la clase obrera revolucionaria en los republicanos burgueses, contribuyó como ningún otro factor a que el proletariado adquiriera conciencia de sus propios intereses de clase: “…fue su derrota la que le convenció de que hasta la más mínima mejora de su situación es, dentro de la república burguesa, una utopía; y una utopía que se convierte en crimen tan pronto como quiere transformarse en realidad. Y sus reivindicaciones, (…) cedieron el puesto a la consigna audaz y revolucionaria: ¡Derrocamiento de la burguesía! ¡Dictadura de la clase obrera!”.
En este fragmento de Las luchas de clases en Francia Marx emplea por primera vez el concepto “dictadura del proletariado”, defiende que la única manera de llevar hasta el final y de manera consecuente la revolución democrático-burguesa es con la conquista del poder político por parte del proletariado. Y también, por primera vez, se señala que la tarea del proletariado es la apropiación de los medios de producción: “Detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y por consiguiente la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas”.
Como observa Engels en su prólogo de 1895 este programa es un rasgo distintivo “del socialismo obrero moderno” frente a “todos los distintos matices del socialismo feudal, burgués, pequeñoburgués, etc., al igual que de la confusa comunidad de bienes del comunismo utópico y del comunismo obrero espontáneo”. En Las luchas de clases en Francia Marx defiende el socialismo como “la declaración de la revolución permanente, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que estas descansan, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que brotan de estas relaciones sociales”.

Independencia de clase

Marx desarrolló no sólo aspectos ideológicos o programáticos del socialismo científico, sino también temas relacionados con la estrategia revolucionaria, como la política de alianzas. Para derrotar al capital es fundamental la alianza con los campesinos y la pequeña burguesía urbana, pero en esta alianza la clase obrera es la clase más decisiva y más resuelta y la que tiene que determinar el rumbo fundamental de la revolución. La necesidad de esta alianza con otros sectores sociales oprimidos no sólo no elimina la crítica a los partidos pequeñoburgueses, sino que la hace especialmente necesaria. Marx explica que los representantes políticos de la pequeña burguesía, con su actitud temerosa y sus vacilaciones ante la gran burguesía francesa, demostraron en junio de 1849 su impotencia histórica para dirigir la revolución.
De ahí se desprende la necesidad de que el proletariado se organice de forma independiente, que cree su propio partido. “En vez de descender una vez más al papel de coro destinado a jalear a los demócratas burgueses, los obreros, y ante todo la Liga, deben procurar establecer junto a los demócratas oficiales una organización propia del partido obrero”, así se expresan Marx y Engels en el Primer Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas, de marzo de 1850, y esta sería la tarea central a la que dedicarían sus esfuerzos, la construcción de una herramienta que permitiera la emancipación real de los oprimidos del mundo.














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